Lavejez lo exhortó a la reflexión y distinguir entre la serenidad y moderación en su vida, lo cual se lo debe a la sabiduría. De esta manera la senectud es el nombre de la edad cansada, no de la edad quebrantada. La vejez —escribió—es la etapa en la que el individuo percibe más la muerte, pero no por ello debe la vida desperdiciarse.
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